jueves, 5 de junio de 2008

Situacion - Fragmento literario


Alicia en el país de las maravillas.

(…)Alicia abrió la puerta y se encontró con que daba a un pasadizo, no más ancho que una cueva de ratas. Se arrodilló y descubrió, al otro lado, el jardín más hermoso que jamás había visto. ¡Cuánto deseaba salir de aquel penumbroso lugar y pasear por esos canteros de flores brillantes y fresquísimas fuentes! Pero, si ni siquiera podía pasar la cabeza por el agujero, “y aun si pasara la cabeza – pensó la pobre – de poco me serviría sin los hombros. ¡Ay, si pudiese contraerme como un telescopio! Porque como se ve, últimamente le habían sucedido tantas cosas extraordinarias que Alicia comenzaba a creer que, en realidad, nada era ya imposible.
Parecía no tener sentido esperar junto a la puertita, así que regresó a la mesa, un poco esperanzada en encontrar otra llave, o al menos un manual de instrucciones para contraer a la gente como telescopios. Esta vez encontró una botellita (“que, por cierto, no estaba allí antes” – se dijo-) que llevaba atada a su cuello una etiqueta de papel con la palabra “BÉBEME” primorosamente impresa con letra mayúsculas.
Eso de “bébeme” estaba muy bien, pero la juiciosa Alicita no se precipitaría a hacerlo. “No, primero miraré y veré si dice o no veneno” –pensó -, porque había leído algunos deliciosos cuentos sobre chicos quemados o devorados por las fieras, entre otros hechos desagradables, todo por no haber recordado los fáciles consejos de sus amigos, a saber: que un hierro al rojo vivo te quemará si lo sostienes demasiado rato, o que si te cortas el dedo muy profundamente con un cuchillo por lo general sangra y, algo que ella nunca había olvidado: si tomas mucho de una botella rotulada “veneno” es casi seguro que, tarde o temprano, te caerá mal.
Sin embargo, esa botella no decía “veneno”: así, pues, Alicia se atrevió a probar y, al saborear algo muy rico (contenía, en realidad, un menjunje de sabores a tarta de cerezas, flan, ananás, pavo asado, caramelo y tostadas con manteca), en poco tiempo se lo tomó todo.

***

-¡Qué sensación más rara! – Dijo Alicia - ¡He de estar encogiéndome como un telescopio!
Y así era, en verdad; ahora sólo medía unos veinte centímetros y se le iluminó la cara al pensar que ya tenía el tamaño adecuado para pasar por la puertita y llegar al hermoso jardín. Esperó, sin embargo, unos minutos, para ver si seguía encogiéndose; esto la ponía un poco nerviosa, “porque, a ver si termino –pensó- consumiéndome como una vela. Y entonces, ¿Qué sería de mí?” Y trató de imaginar cómo es la llama de una vela cuando ésta se apaga, porque no recordaba hacer visto tal cosa.
Al rato, viendo que nada nuevo pasaba, decidió ir de inmediato al jardín. Pero, ¡Ay, pobre Alicia!, cuando llegó a la puerta advirtió que había olvidado la llavecita de oro y cuando volvió a la mesa para tomarla notó que ya no podía alcanzarla. Podía verla nítidamente a través del cristal, e intentó trepar por una punta de las patas, pero era muy resbaladiza. Agotada por el esfuerzo, la pobrecita se sentó en el suelo y se puso a llorar.
-Vamos, de nada sirve llorar tanto! – se reprendió a sí misma -. ¡Te lo advierto, deja ya mismo de llorar!
Por lo general Alicia se daba muy buenos consejos (que casi nunca seguía) y, a veces, se retaba con tanta severidad que se le saltaban las lágrimas. Y recordó que, una vez, había intentado cachetearse por haberse hecho trampa en un partido de croquet que jugaba contra sí misma, pues a esta chica tan original le gustaba simular que era dos personas. “¡Pero ahora de nada sirve – pensó la pobre Alicia – simular que soy dos personas! Si apenas queda algo de mí como para ser una persona respetable…”
Pronto su mirada cayó sobre una cajita de cristal que había bajo la mesa. La abrió y adentro encontró una torta diminuta, sobre la cual la palabra “CÓMEME” estaba bellamente dibujada con pasas de uva.
-Bueno, la comeré – dijo Alicia- y si me hace crecer podré alcanzar la llave; en cambio, si me achica, podré pasar gateando por debajo de la puerta; así que, de todos modos, llegaré al jardín y no me importa lo que pase.
Le dio un mordisco y se preguntó con ansiedad: -¿Hacia dónde?¿Hacia dónde? - con su mano sobre la cabeza pasa sentir hacia dónde crecía. Para su sorpresa, mantuvo el mismo tamaño. Eso es lo que suele ocurrir cuando uno come torta, pero tanto se había acostumbrado a que sólo sucedieran cosas extraordinarias, que le pareció triste y aburrido seguir siendo normal por el resto de su vida.
Puso, pues, manos a la obra y, muy vorazmente, se la despachó.

1 comentario:

RAYITO DE TERNURA- CINE COMPARTIDO dijo...

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